Vicente Aleixandre fue un poeta total, entregado de lleno al
cultivo de la poesía. No escribió obras en otros géneros. Sus escasos textos en
prosa (en los que describe a otros poetas y escritores que conoció) son tan
poéticos como sus versos; y sus ensayos literarios son, en su mayoría, escritos
de encargo.
Sus primeras obras presentan las mismas huellas que casi todos sus
compañeros de generación: el pasado reciente (Bécquer y Darío), los grandes
maestros vivos que les sirven como guías (Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado)
y la poderosa atracción de la Vanguardia (y, en particular, del Surrealismo). En
concreto, su primer libro, Ámbito (1928), tiene clara influencia de Juan
Ramón Jiménez y se abre hacia la contemplación desde el interior.
En obras posteriores como Espadas como labios (1932) y
Pasión de la tierra (1928-29), se separó de la llamada poesía pura y
adoptó la experiencia renovadora del surrealismo, con una visión panteísta de la
naturaleza y un erotismo romántico. Aleixandre asimiló tan bien las técnicas y
el estilo propios del surrealismo que, según muchos críticos, fue el principal
poeta surrealista español. Esta misma línea sigue La destrucción o el
amor (1935), que mereció el Premio Nacional de Literatura.
La cosmovisión de Aleixandre (que ha sido estudiada magistralmente
por el poeta y crítico Carlos Bousoño) cuaja de modo definitivo en Sombra del
paraíso (1944), obra que une sus dos épocas de creación. Otras obras son
Mundo a solas (1950), que incluye poesías de 1934 y 1935, y Nacimiento
último (1953), con textos de 1927 hasta 1952.
Hacia 1954, inicia una nueva época con obras como En un vasto
dominio (1962), Presencias (1965) o Retratos con nombre
(1965). En ellas, su poesía se vuelve más sencilla y directa, menos cargada de
complicaciones surrealistas. La mirada del poeta es ahora más humana, se acerca
mucho más a las cosas cotidianas, al mundo que le rodea. Para el poeta, el
hombre es un ser que sufre, pero que sabe sobrellevar este sufrimiento con
dignidad y valentía.
En la tercera y última etapa de su poesía, Vicente Aleixandre se
presenta como un hombre maduro que asume la vejez y acepta, con elegancia, la
proximidad inevitable de la muerte. Los libros más destacados de este período de
ecos metafísicos son: Poemas de la consumación (1968) y Diálogos del
conocimiento (1974). Ya póstuma aparece En gran noche (1991), donde
se recogen muchas composiciones inéditas.
En prosa, es autor de Los encuentros (1958 y 1985), donde
rescata a escritores de varias épocas, y de una colección de cartas y artículos
titulada Prosas recobradas (1987).
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